lunes, 30 de noviembre de 2009

La violencia de género como violación de derechos humanos

Reportaje a Nancy Sotelo, coordinadora provincial del programa Juana Azurduy

Mientras las integrantes del Programa Juana Azurduy realizan la recolección de firmas para respaldar la creación del Consejo Provincial de la Mujer, Chaco On Line conversó con la coordinadora provincial, Nancy Sotelo. En diálogo con Lucía Gavello abordó la violencia de género como violación de derechos humanos.

El Programa Nacional Juana Azurduy inició en nuestra provincia una campaña de junta de firmas para apoyar la creación del Consejo Provincial de la Mujer, Chaco on Line conversó con la coordinadora a nivel local, Nancy Sotelo, sobre violencia de género y la importancia de la capacitación y la creación de políticas claras contra esta problemática.

Por su naturaleza, desde el Programa consideran a la violencia de género como una violación a los derechos humanos, “porque la mujer pierde la dignidad, deja de sentirse persona y de tener esos derechos que se reconocen a las personas, uno se pregunta por qué algunas mujeres soportan la violencia tanto tiempo, es porque estas mujeres no viven sólo violencia física sino un maltrato que hace que la autoestima y la valoración sobre su propia persona se pierdan”. Sotelo sostiene que la problemática tiene una profunda raíz social que recién ahora se está empezando a cuestionar, “se ve una naturalización de la violencia contra la mujer, una concepción patriarcal de sometimiento y de inferioridad de la mujer, queremos aportar a que esto sea visible y se vea como un problema, como un delito.”

La mayoría de las situaciones de violencia se dan en el seno de los hogares y con la pareja de la mujer como perpetrador del hecho, sin embargo, muchas veces se violan los derechos de las mujeres en otros ámbitos. “Por ejemplo, hay violencia que se ejerce en las dependencias de salud, no solo en el ámbito público sino también en el ámbito privado, especialmente en lo que tiene que ver con el no respeto de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres –como la ligadura de trompas- estos derechos fueron reconocidos a nivel internacional, pero en lo concreto y lo cotidiano vemos como se violan en muchas situaciones”.

“A nosotros nos pasa seguido escuchar esos comentarios del tipo ‘¿y que pasa con las mujeres violentas?’ o ‘¿y los derechos de los hombres?’” reconoce Sotelo, pero sostiene que “la matriz de violencia contra las mujeres tiene un origen cultural que se observa claramente en la realidad, hay una relación desigual que siempre pone a las mujeres en un lugar de inferioridad”.

Sotelo sostiene que mirando las estadísticas se entiende que en la gran mayoría de los casos de violencia ejercida por mujeres no se puede hablar de violencia de género porque las mujeres violentas “son violentas con todas las personas, no solo con la pareja, no podemos negar que la violencia existe, hacia los ancianos, hacia los niños, las niñas, pero cuando hablamos de violencia de género específicamente hacia la mujer, en la mayoría de los casos el violento es el hombre”. Este tipo de preconceptos son frecuentes y muchas veces terminan jugando un papel muy importante en la perpetuación de este tipo de patología social, “es frecuente que cuando asistimos a un caso de violencia de género, el hombre sea visto por la sociedad, sus amigos, sus compañeros de trabajo, sus familiares, como una persona buena, incapaz de ser violenta, y que solo en el ámbito privado ejerza violencia con la compañera”.

Este tipo de estructuras de pensamiento están arraigadas en toda la sociedad, incluso en las mismas mujeres que son víctimas de la violencia, “cuando una mujer está inmersa en este tipo de situaciones aparece el sentimiento de culpa” explica Sotelo, “que tiene que ver con la violencia continua, con el maltrato sicológico y la incapacidad de sentirse como una persona digna y no merecedora de esa violencia”. Así como se da en el sistema de salud, en el ámbito policial también se observa una discriminación ejercida tanto por hombres o por mujeres, “nos encontramos con historias de lo que sufren a diario muchas compañeras en las comisarías sobre todo” cuenta Sotelo, “si vamos a una comisaría a denunciar que nos han robado el auto, o que entraron a nuestra casa, no nos preguntan cómo estábamos vestidas, si estábamos provocativas o no; cuando se hacen denuncias por acoso o incluso violaciones, la policía pregunta eso o con la mirada – que es otra forma de ejercer violencia- cuestiona lo que está declarando la mujer”. Desde el Programa sostienen que la discriminación y los prejuicios sobre la mujer denunciante “son formas de legitimar la violencia, el hecho de darle más credibilidad al robo de una cartera o un celular que a una violación, sin dudas hay que capacitar a las fuerzas policiales y a los empleados.”

Esta persistencia de esquemas discriminatorios y auto-discriminatorios hace mucho más difícil la tarea de las organizaciones de lucha por los derechos de las mujeres, “una de las cuestiones fundamentales es el acompañamiento, hay que acompañar siempre a la víctima, darle mucha información, pero nunca obligarla a hacer una denuncia o presionarla” explica Sotelo, “en situaciones de violencia es muy difícil porque necesitamos de dos partes, no solo de la mujer que está siendo violentada, sino de otra mujer que la acompañe”. Ocurre que la policía llega al extremo de no querer tomar una denuncia de violencia “porque consideran que la mujer denuncia y al otro día vuelve con la pareja y que todo va a ser en vano” explica, lo que hace doblemente importante el acompañamiento, “para que la mujer tenga la fortaleza para sostener esa denuncia, que es lo más difícil, el proceso que viene después, la judicialización, el tema de los hijos”.

Otra herramienta, que se ha usado pocas veces pero que, según evaluaciones del Programa, ha resultado efectivo, es el de los escraches a los perpetradores de la violencia. “Los escraches que realizamos no fueron azarosos ni de un día para el otro, sino que estudiamos la situación” aclara Sotelo, “en el marco de la judicialización hay instancias en las que se han cumplido todos los pasos pero la situación de violencia continúa, nos ha pasado tener que buscar refugio con familiares o personas amigas para las mujeres, porque la justicia misma recomendaba que el agresor no conozca el domicilio de la víctima.” En esos casos, en los que la víctima termina siendo prisionera y nuevamente violentada, “consideramos necesario hacer público y poner en la vidriera al hombre golpeador, denunciamos al hombre, en su ámbito de trabajo, en el ámbito social en que se mueve; muchas veces sucede que la justicia llega con la condena social y no por los canales que deberían funcionar”.

Sotelo destaca que la falta de políticas de protección de los derechos de la mujer es el problema central, “así como en la provincia no contamos con estadísticas reales de todos los organismos en la provincia que se encargan de recepcionar las denuncias y de dar contención a las víctimas, tampoco hay respuesta en forma de políticas que se implementen y que puedan tener un impacto en las mujeres” explica, “por eso estamos apoyando la creación del Consejo de la Mujer, que creemos que va a ser una herramienta que nos va a servir para unificar todos esos esfuerzos que están fragmentados”. El otro frente de batalla está en el ámbito de la cultura y la formación de las propias mujeres, “hay que trabajar mucho en el empoderamiento de la mujer, nos cuesta mucho eso de ir modificando nuestras conductas dentro del hogar” reconoce Sotelo, “tenemos que recordar que también somos responsables de transmitir eso a nuestras propias hijas”.

LUCÍA GAVELLO

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